"Macbeth" de Justin Kurzel (Reino Unido 2015), el martes 26 de abril a las 21h. en los Multicines Benavente.
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Un ‘Macbeth’
estético y digno. Por Carlos Boyero.
El director australiano
Justin Kurzel vuelve en Macbeth a intentar retratar la ambición de poder
absoluto del guerrero que mató a su rey
El universo de Shakespeare
lógicamente supone una frecuente tentación para el cine, pero también ofrece un
riesgo notable. Lo que este hombre genial narró sobre las múltiples facetas de
la condición humana, sus memorables personajes, el maravilloso lenguaje que
utilizó para describir sentimientos, pensamientos y conductas, la atmósfera que
desprende su obra, corre el peligro al trasladarlo a imágenes y sonidos de
perder su esencia, de que ese cine resulte teatral en el peor sentido. Orson Welles, enamorado de ese universo y que de alguna
forma pretendió ser el Shakespeare del cine, lo adaptó en Otelo, Macbeth
y Campanadas a medianoche. La tercera, esa tragedia sobre la deslealtad del
rey a la decadencia de su viejo amigo Falstaff, es el Shakespeare
cinematográfico que más amo. Junto al extraordinario retrato que hizo
Mankiewicz, uno de los hombres más inteligentes y cultos que ha dado el cine
norteamericano, de la traición de Bruto, Casio y demás conjurados al César y la
posterior venganza de Marco Antonio después del asesinato de este en Julio
César. Igualmente existen bastantes películas presuntamente shakesperianas
ante las que se impone el olvido, academicistas o experimentales pero en ambos
casos sin una pizca de alma, aunque los parlamentos que salen de la boca de los
personajes contengan reflexiones de una belleza, una profundidad y una
complejidad incomparables.Después de Welles y de Polanski, el
director australiano Justin Kurzel vuelve en Macbeth a intentar
retratar la ambición de poder absoluto del guerrero que mató a su rey y a todos
los que supusieran un peligro real o imaginario para su permanencia en el
trono, animado en su siniestra labor por una esposa aún más peligrosa que él y
obsesionado con las predicciones de las brujas, que en esta ocasión las
encarnan niñas y mujeres jóvenes. Disponiendo de un texto sublime el director
se preocupa fundamentalmente por la estética, por desarrollar un potente estilo
visual. Fotografía los brumosos, lluviosos y espléndidos paisajes de Escocia
con un mimo especial. Es una película que posee clima, la ambientación está muy
trabajada, las batallas en medio de la niebla desprenden una violencia que te
la crees. La actriz Marion Cotillard dispone de los registros adecuados para
hacer verosímil a esa mujer manipuladora y cruel, que conoce inmejorablemente
la naturaleza de su marido y sabe explotar el mutuo deseo que sienten. Sin
embargo, la actuación de Michael Fassbender me convence un poco menos. Su
personaje es un ser torturado, dubitativo y fatalista, pero su expresividad
permanentemente ensimismada y sombría, me cansa en algunos momentos. Es una
película muy digna. Y pienso que no será la última que se haga utilizando a ese
gran filón llamado Shakespeare. La capacidad de fascinación, el clasicismo que
alberga su obra seguirá tentando eternamente a los que narran historias con la
cámara. Lo que es tarea casi imposible es que esas películas alcancen la
grandeza del material que adaptan. Y sigue resonando en mis oídos, como
siempre, esta frase de Macbeth: “La vida es una historia contada por un idiota
lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido”.
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