Homenaje a Paul Newman: "El buscavidas" de Robert Rossen


"Incontestablemente genial, una de las películas de mi vida" (Carlos Boyero: Diario El Mundo)



"El mejor catálogo sobre la perdición de siempre" (Javier Ocaña: Cinemanía)

"Todo un clásico del séptimo arte. Una de las mejores radiografías que se han rodado sobre la filosofía norteamericana del éxito" (Fernando Morales: Diario El País)

El cineclub Fetiche se alegra de poder proyectar en los Multicines Benavente, el martes 4 de noviembre a las 21 h. una obra maestra del séptimo arte en memoria de uno de los grandes: Paul Newman



Sinopsis
Eddie Felson (Newman) es un joven, arrogante y amoral buscavidas que frecuenta salas de billar, dejando pelado a cualquiera que empuñe un taco. Decidido a ser aclamado como el mejor, Eddie busca al legendario Gordo de Minnesota (Gleason), apoyado por Bert Gordon (Scott) un agresivo jugador. Eddie podría batir al campeón, pero se ve derrotado por su baja autoestima. El amor de una solitaria mujer (Laurie) podría volver a sacarle de esta vida, pero Eddie no descansará hasta vencer al Gordo de Minnesota, sin importarle el precio que tenga que pagar por ello.

Ficha técnica y artística

Título Original: The Hustler
País: USA
Año: 1961
Intérpretes:
Paul Newman, Jackie Gleason, George C. Scott, Piper Laurie, Myron McCormick, Murray Hamilton, Vincent Gardenia, Michael Constantine, Stefan Gierasch, Clifford A. Pellow, Jake LaMotta, Gordon B. Clarke, Alexander Rose, Carolyn Coates y Carl York
Dirección: Robert Rossen
Producción: Robert Rossen
Guión: Robert Rossen y Sidney Carroll; basados en una novela de Walter Tevis
Fotografía: Eugen Schüfftan (B/N)
Música: Kenyon Hopkins
Montaje: Dede Allen
Diseño Producción: Harry Horner
Vestuario: Ruth Morley
Productora: 20th Century Fox
Duración: 135 minutos
Premios: Oscar 1961 (Fotografía y Dirección artística)

Crítica de www.miradas.net
Una impenetrable oscuridad
Se hace muy difícil expresar en palabras todas y cada una de los aciertos de un film tan monumental como El buscavidas (The Hustler, 1961), y no por el espacio disponible (limitado como puede imaginar el lector), sino por una razón, que ahora mismo se me antoja insalvable: las imágenes y los diálogos del film expresan y explican todo de forma concisa, magistral, irrepetible; ¿cómo se puede, entonces, trasladar todo eso en un escrito cuando ya está perfectamente explicado en la película, sin caer irremediablemente en la repetición, en lo evidente? Consciente de ello intentaré exponer en las siguientes líneas algunos de los aspectos, que en mi opinión, son los más relevantes de una película, que ya invito a (volver) ver al lector, pues, insisto, lo mejor que uno puede hacer ante algo tan extraordinario es saborearlo una y otra vez, pues siempre se tiene la sensación de estar viéndola (disfrutándola mejor dicho) por primera vez.
La secuencia que abre el film, aun antes de que aparezcan los genéricos, define en apenas cinco minutos quién es el protagonista (Eddie "Relámpago" Felson: posiblemente nunca Paul Newman ha estado mejor) y a qué se dedica: en una parada en el camino él y su socio, Charlie (Myron McCormick), toman unas cervezas en un bar y aprovechan para jugar al billar; todo no es más que una artimaña para sacarle el dinero al pobre primo, en ese caso el camarero, que apostará contra Felson una jugada. El magnífico retrato que Robert Rossen, director y co-guionista del film, realiza del submundo del juego, de pequeñas mafias y de unos personajes memorables, se aprecia ya en este conciso y magistral prólogo.
Felson, un tahúr del billar, tiene un objetivo: desafiar al "Gordo de Minnesota", considerado el mejor jugador y que no ha perdido una partida en los últimos diez años. El enfrentamiento entre ambos no se hace esperar y llena el primer acto del film, que no sirve para mostrar simplemente las cualidades de ambos (el billar siempre es el fondo de la narración, una mera excusa, que resulta, de todos modos, fascinante) sino que define ya por completo a Eddie Felson: su carácter prepotente, ya intuido en los primeros diálogos arrogantes del joven especialista antes de iniciar la partida; su obsesión de equipararse en todo momento al "Gordo" y derrotarlo definitivamente; su falta de sentido común en el momento cumbre. Y aunque pudiera parecer que sólo existe el personaje protagonista como tal en toda esta parte, no es así: el propio "Gordo de Minnesota", en su aparente esquematismo es un personaje espléndidamente descrito gracias a la genial composición de Jackie Gleason, y a aspectos, a priori, poco relevantes, como su vestimenta, sus gestos, convirtiéndose en el perfecto contraste frente al joven buscavidas; incluso Charlie se perfila como algo más que el simple socio capitalista, en su intento de proteger su inversión, sin dejar por ello de sentir aprecio por el jugador. Del mismo modo se introduce el mundo donde se desarrollará todo el film, caracterizado por el juego, el alcohol y el dinero, perfectamente ubicada en una sala de billares y modélicamente iluminado por Eugen Shuftman.
Tras caer derrotado ante el "Gordo" y quedarse con tan solo doscientos dólares, Eddie Felson abandonará a su socio, con un único objetivo: conseguir el suficiente dinero para volver a desafiar y demostrar(se) que es el mejor.
En esta búsqueda conocerá a Sarah Packard (interpretada por una portentosa e inolvidable Piper Laurie) en la cafetería/bar de la estación de autobuses, en una escena memorable, edificada sobre una estudiada puesta en escena, en la que apenas cuatro o cinco planos describen el acercamiento de los dos. Si en un principio Sarah desconfiará del joven buscavidas y le rechazará, ella misma regresará en su busca a la misma cafetería en una escena extraordinaria, en la que perfectamente se define la atracción que se profesan y la necesidad que uno tiene del otro, y que concluye magistralmente con ese plano de los dos abandonando la estación abrazados, iniciándose así su tortuosa relación. El excelente sentido elíptico de Rossen se puede apreciar ya en este momento, pues la inmediatamente posterior escena presenta a Sarah llevando la compra y dirigiéndose a su casa, en la que Eddie la espera, pues están viviendo juntos; subrayado ese paso del tiempo de manera sutil y hábil mediante algunos diálogos (1).
La relación entre ambos es, en primera instancia, fría y distante, pero la necesidad de tener a alguien es mucho mayor y ambos se enamoran, por mucho que sólo sea ella quien lo exprese abiertamente. La aparición de Charlie, en busca de estabilizar de nuevo su sociedad con Eddie, sirve para que se refuerce la relación entre éste y Sarah -ella conocerá por fin a qué se dedica Eddie (2)-, aunque de pie, primero, a una fuerte discusión entre ambos, y de paso para mostrar la larga separación entre Eddie y su socio, que buscan metas distintas y que obviamente les llevará a la ruptura definitiva, marcada por el desprecio y la continua arrogancia del tahúr, que le despedirá con un "muérte ya".
El buscavidas sigue de manera ejemplar una estructura causa-efecto: cada plano es consecuencia del anterior y, a su vez, germen del siguiente. Un ejemplo sería cuando Eddie se encuentra de nuevo con Bert Gordon (George C. Scott, ofreciendo su hosco y antipático rostro -y sus excelentes dotes interpretativas- a uno de los malvados más inolvidables que ha dado el cine) tras conocerle en la partida contra el "Gordo", que, con cierta superioridad le asegura que ha nacido para perder, ofreciéndole una asociación, que Eddie rechaza. La siguiente escena es determinante: el buscavidas vence a un nuevo pardillo en uno de esos bares de los barrios bajos que frecuenta, pero en esta ocasión su arrogancia le pasa una mala pasada y es víctima de una paliza por parte de un grupo que exclama que no quieren buscavidas en su bar, y que consiguen fracturarle los dedos. Su intento de buscarse la vida por su cuenta no sólo no fructifica sino que acaba mal como le había advertido Gordon y, es más, el tono agrio entre Sarah y Eddie que dejó su anterior discusión que mantuvieron antes del accidente, se torna en mutuo acercamiento, tanto en la magistral escena en la que Eddie deja que Sarah le abroche la camisa, como en su picnic en el campo donde cada uno expresa sus sentimientos y dudas, adelantándose a una posible reflexión del espectador sobre lo sucedido justo antes, mostrando a unos personajes tan cercanos y auténticos que es imposible no sentir ni sufrir con ellos. Este encadenado de secuencias, que duran lo justo y resultan admirables por todo, y las dependencias entre una y otras, son un claro ejemplo de narración cinematográfica y prueba que Rossen no sólo era un excelente guionista (3).
Como no podría ser de otra manera Eddie finalmente aceptará la propuesta inicial de Gordon y se irá con él y Sarah para enfrentarse a un tal Findley. Será este "viaje" definitivo para que "Relámpago" Felson madure como jugador de billar y como persona, pero a un precio muy alto. La perfecta descripción que hace Rossen del nuevo trío y sus trágicos acontecimientos tiene tres momentos claves, cada uno consecuencia del anterior, en esta tercera y penúltima parte del film. 1. Debido a la lógica desconfianza que Sarah siente por el mezquino Gordon, y la intención de éste por proteger su inversión, buscando librarse, por lo tanto, de ella, en la fiesta que da Findley, Gordon procura sacar de quicio a la muchacha, que no para de beber, murmurándola algo al oído -que queda en off, de manera muy inteligente, pero que permite imaginarnos, aproximadamente, lo qué le dice-, consiguiéndolo: un ataque de histeria de la muchacha, que terminará descansando en una cama de la mansión. 2. Mientras Sarah pasa su resaca, Eddie juega contra Findley. Es un desastre: Gordon le asegura, nuevamente, y entre cierta desilusión, que ha nacido para perder y que se acabó. En ese momento, entra Sarah, que solicita la compañía de Eddie y que vuelva con ella al hotel. Sin embargo él no quiere, está obsesionado con la partida. Es entonces, cuando el carroñero Gordon aprovecha la breve, pero grave discusión entre la parejea, y el estado de ánimo de él, para apostar de nuevo: Eddie termina aplastando a Findley. 3. Gordon llega al hotel sólo y aprovecha para deshacerse de la muchacha asegurándola que es lo que quiere Eddie. Tras una elipsis genial se devela lo sucedido: Gordon habla con unos policías, en el baño el cuerpo inerte de Sarah, que ha decidido quitarse la vida. Eddie, lleno de una insondable tristeza se abalanza contra Gordon, pidiéndole explicaciones...
Los tres mil dólares ganados a Findley permiten a Eddie desafiar de nuevo al "Gordo de Minnesota", derrotándolo ante la mirada de Bert Gordon, que reclamará su parte, pues entiende que continúa siendo su socio. Sin embargo, el recuerdo de Sarah, de lo sucedido y las palabras de Eddie, no dejan ni siquiera indiferente a una persona como Gordon, incapaz de sentir amor, incapaz de poder sufrir por otra persona, pero, muy posiblemente, incapaz también de olvidar e, incapaz de enfrentarse a alguien que no le importa seguir vivo, pues en su camino hacia el cielo ha atravesado las profundidades del infierno. Una antológica secuencia que concluye una película perfecta.
(1) Hay otros ejemplos de empleo de elipsis, incluso encadenados sucesivos de elipsis, como cuando rompen los dedos a Eddie y su paulatina rehabilitación, mostrada en varias escenas consecutivas, que se integran de manera perfecta en el devenir de la historia.(2) Más adelante, Eddie conocerá la verdad respecto a Sarah, justo antes de que él le diga que se va unas semanas y ella teme que no volverá. Esta escena es asombrosa. (3) Robert Rossen (1908 - 1966) antes de dirigir demostró sus cualidades como escritor en, por ejemplo, su colaboración para el libreto de Los violentos años veinte (The Roaring Twenties, 1939), una de las varias obras maestras de Raoul Walsh o en los guiones de A Walk in the Sun (1945) y El extraño amor de Martha Ivers (The Strange Love of Martha Ivers, 1946), ambas de Lewis Milestone. A pesar de ser víctima de la vergonzosa "caza de brujas", Rossen antes de morir pudo realizar dos films únicos e irrepetibles -el que ha originado estas líneas y Lilith (id., 1964)- demostrando que fue un excelente director, que, tal vez, en otro lugar y/o en otro momento, podría haber dado mucho (todavía) más de sí.
Eddie, has nacido para perder (Un artículo de Ana Sanchez en www.kane3.es)
"Cuando estoy en racha me siento como un jinete en su caballo, con todo ese poder y velocidad. Es una sensación realmente fantástica, cuando lo haces bien y lo sabes. De pronto, noto aceite en el brazo. El taco de billar forma parte de mí. El taco de billar tiene nervios. Es un trozo de madera con nervios. Sientes las bolas rodar. No tienes que mirar, simplemente lo sabes. Haces jugadas que nunca antes se habían hecho. Y juegas al billar como nunca antes se había jugado". - Eddie Felson.
"No eres un perdedor, Eddie. Algunos hombres nunca se sienten así por nada". - Sarah Packard.
Conozco a mucha gente que no duda en afirmar que su película favorita no es El Padrino o Ciudadano Kane. Es El buscavidas (The Hustler, 1961) [1], dirigida por Robert Rossen y basada en la novela homónima de Walter Tevis con guión del propio Rossen y Sidney Carroll.Son profesionales o jugadores de billar (y de otros menesteres).Otros, que han agarrado un taco de billar para pasar el rato, también la catalogan como obra maestra.
El director Robert Rossen sentía atracción por el tema ya que parte de su juventud la pasó en las salas de billar de los barrios más pobres de Nueva York. En 1936 escribió una pieza teatral titulada Cornet Pocket donde los personajes se reunían en unos billares. A Walter Tevis también le picó el bicho de este juego (para muchos deporte, llevan tiempo peleando para que pueda ser olímpico) obligado a trabajar en unos billares mientras finalizaba sus estudios en el Reino Unido. El billar profesional fue el tema con el que comenzó su andadura como novelista (The Hustler, 1959) y con el que finalizó su vida y su obra (The Color of Money, 1984).
El buscavidas plantea una cuestión: ¿Qué precio estás dispuesto a pagar para conseguir el triunfo (ganar)? Robert Rossen evidencia la pérdida de la voluntad del invididuo, consecuencia de la ambición por el éxito, como característica esencial del American Way of Life, un tema recurrente en su filmografía (Cuerpo y alma; Body and Soul, 1947), El político; All The King´s Men, 1949).No olvidemos que durante el macartismo y su caza de brujas, el director neoyorquino reconoció, en 1953, ante el Comité de Actividades Antiamericanas, el nombre de varios de sus compañeros pertenecientes al partido comunista. Después de este episodio, Rossen jamás se desprendió de un profundo sentimiento de culpa. Eddie Felson, tampoco.
Eddie y el Gordo
Como si de un western se tratase, antes de los créditos iniciales (con la oposición de los estudios ante este montaje cuya práctica era poco habitual), es magistralmente presentado Eddie el Relámpago Felson-Paul Newman: timador, tramposo, buscavidas profesional que llega a la ciudad con su socio Charlie (Myron McCornick) y su taco-rifle, dispuesto a timar al pardillo de turno. Eso sí, antes pide en la barra su whisky favorito, el ya clásico J.T.S. Brown. Y comienza el espectáculo.
Pero hablemos de billar.
El arranque y el cierre del filme lo ocupan dos partidas que transcurren en los Ames Billiards (calle 47 de N.Y.), sin embargo, en la novela de W. Tevis acontecerán en los Bennington´s (homenaje a la Bensinger´s Billiards Academy de Chicago). La primera media hora del film está dedicada al juego con más suspense de la historia del cine rodada en Cinemascope: las 25 horas de duelo entre Eddie Felson y el Gordo de Minnesota.

Wllie Mosconi y Paul Newman
Pero, ¿Paul Newman y Jackie Gleason sabían jugar al billar?El primero no, el segundo sí (y de escándalo). Newman recibió clases de Willie Mosconi, el mejor jugador de la liga estadounidense de billar, ganador del Campeonato Mundial en 15 ocasiones. Mosconi, que en la película es el depositario del dinero de las apuestas y espectador en las partidas, se convirtió en el asesor técnico de El buscavidas. Durante una de sus exhibiciones (encontramos en el film un cartel descolorido de una de ellas) batió el siguiente récord: metió en las troneras ¡526 bolas consecutivas!
Cuentan que Jackie Gleason y Willie Mosconi (sin desvelar su identidad) jugaron una partida de billar. Al finalizar, Mosconi le comentó a Robert Rossen que ya sabía qué actor encajaba a la perfección en el papel del Gordo de Minnesota. Menos mal que el actor que tenía en mente Mosconi para encarnar a Eddie Felson (su amigo Frank Sinatra) no coincidía con el de Rossen. ¿Se imaginan a Eddie Felson interpretado por otro actor que no fuese Paul Newman? Por cierto, todos los años, en diciembre, se juega la Mosconi Cup en Las Vegas (en internet, como no, se abren las apuestas), competición que disputan los Estados Unidos contra Europa.Willie Mosconi falleció en 1993 de un infarto.
Sigamos con Jackie Gleason, imbatible, elegante, con un clavel rojo en el ojal (aportación suya, era una tradición en Brooklyn en el Día de la Madre) y su anillo de diamantes. "Ver jugar al Gordo es una maravilla"-comenta Eddie embobado, "parece que baila, que tocase un violín con sus dedos". Después del estreno de la película un jugador profesional de la época, Rudolph Walter Wanderone Jr. pasó a llamarse "Minnesota Fats", llegó a declarar que el personaje de Gleason estaba basado en él, Walter Tevis no tardó en desmentirlo, años más tarde lo hizo el propio Jackie.
14.1
Volvamos a la partida del principio. ¿A qué se juega en esta película? Al 14.1 Continuo (Straight Pool). Cada jugador debe meter 14 de las 15 bolas (cantando la tronera a la que van y en cualquier orden) una después de la otra, cuando queda una sola bola se para el juego, se reponen las 14 bolas en la mesa y se continúa. Se anota un punto por bola metida.
La forma en la que están rodadas las 25 horas de juego es de un virtuosismo abrumador: la luz, la puesta en escena, las elipsis, las miradas, las extraordinarias jugadas con la cámara colocada en el mejor sitio, los evidentes estados de ánimo de los personajes... Y cómo Eddie pierde los 18.000 dólares, que ya tenía en su bolsillo, por beber, y cómo el Gordo le demuestra por qué nadie le ha ganado en 15 años (es el poder establecido).
Bert y Sarah
Nos hemos dejado a dos personajes clave de El buscavidas, Bert Gordon (George C. Scott) y Sarah Packard (Piper Laurie) [2].
Bert Gordon, es el que cubre, el que tiene la pasta, el que te reboza eso de "si quieres ganar, me necesitas". Un personaje sin alma, siempre de negro, con mirada impertinente y sonrisa cínica, que juega al póquer y sólo bebe leche cuando está sentado en la mesa de juego.
Bert será el alter ego de Eddie/Newman en El color del dinero de la que hablaremos más tarde.
Él sabe cuál es el punto débil de Eddie al dejar escapar al Gordo.
"Tener talento no es suficiente, también es carácter (...) Eddie, has nacido para perder. Claro, te emborrachaste, tenías el mejor pretexto del mundo para perder, no importa perder con una buena excusa. Pero ganar, resulta a veces como una carga, pesa mucho, es un fardo del que puedes deshacerte con una excusa, lo único que puedes hacer es compadecerte a ti mismo, es uno de los mejores deportes, sentir compasión de uno mismo, un deporte que gusta a todos, especialmente a los fracasados".
Una de las escenas más bellas de la película no transcurre en los billares, sino en una estación de autobuses, donde Eddie conoce a Sarah. Los dos están solos y comparten una botella de whisky. La obsesión por la revancha, el dinero (conseguirlo trabajando no pasa por su cerebro, claro) y todos los pájaros que le ha metido Bert en la cabeza provocarán un desenlace previsible en el mundo del juego. Ella, coja, alcohólica, aspirante a escritora, es el lado sensible y frágil, los dos juntos podrían salir de su infierno personal. Piper Laurie realiza unos de los personajes femeninos mejor construidos de la historia del cine.
No desvelaré el final por si existe alguna alma cándida e inconsciente que todavía no haya visto la película, es simplemente brillante. Eddie ya no es el mismo.
El color del dinero
"El 9 Ball es el más característico de los juegos de billar americanos. Los dos jugadores juegan con las mismas bolas numeradas del 1 al 9 que han de introducir por orden en las troneras. Cuando un jugador falla o comete una falta el otro continúa la jugada. La única bola que puntúa es la número 9. Un jugador puede hacer 8 jugadas perfectas seguidas, fallar en la novena y perder. También puede meter la número 9 en la tacada de salida y ganar. Por eso se dice que la suerte es un factor decisivo en el 9 Ball, aunque para algunos jugadores la suerte es un arte". -Así comienza Martin Scorsese El color del dinero (The Color of Money, 1986), narrando él mismo las reglas del juego más popular en EE.UU. [3].
Fue Paul Newman quien llamó a Scorsese para dirigir esta película: Eddie Felson 25 años después, ahora convertido en el Bert Gordon de El buscavidas. Eddie se ha metamorfoseado en todo lo que odiaba en su pasado, hasta que un día fija su mirada en el cañonazo de Vincent.
Al joven Tom Cruise le ofrecieron el papel antes del boom que generaría Top Gun, tenía 24 años. Paul Newman en El buscavidas, había cumplido los 35. Cruise, ya sabía jugar al billar americano pero necesitó del asesoramiento técnico de Mike Sigel para hacer creibles las improbables (pero vistosas) jugadas que aparecen en la película.
En una entrevista realizada por Michael Henry y publicada en el número 313 de la revista Positif (marzo, 1987), Scorsese sentencia: "Admiro mucho la tentativa de Rossen: la película es magnífica visualmente, pero los largos discursos de los personajes, los juicios morales que continuamente hacen sobre sus actos, me parecían desfasados. Ése no es realmente el estilo de los jugadores de billar, por lo menos en nuestra época". Bueno, ahí están las dos películas, juzguen cómo las ha tratado la historia del cine o cuál prefieren ver esta noche.
Eddie, Vincent y Carmen
Efectivamente, el tratamiento de los personajes de Rossen y de Scorsese no tiene nada que ver, en El color del dinero son esquemáticos. Eddie ahora es el padre-maestro que decide apostar por el inmaduro diamante en bruto, y en ocasiones imbécil, Vincent Lauria (bien lo refleja la escena en la que se marca un baile con el Werewolves of London de Warren Zevon mientras muestra como un pavo real su juego o cuando le sugiere a John Turturro que jueguen sin dinero de por medio ¿?). Y el personaje femenino protagonizado por Mary Elizabeth Mastrantonio, Carmen, del que sólo conocemos que es una mujer obsesionada por el dinero.
Y nuevamente nos topamos con el triángulo de El buscavidas cuando los tres personajes emprenden el viaje a Atlantic City.Pero, ¿qué as en la manga tiene Eddie Felson para que Vincent acepte ir a pelar al personal durante seis semanas antes del campeonato de billar?Le regala su taco: un George Balabushka, que obviamente no podrá utilizar en su aprendizaje de perder (hacer ver a los demás que no eres bueno) para luego desplumarles, con el teatrillo de los dos hermanos y un extraño incorporado.
A Scorsese no le apasionaba el billar. Los ángulos de cámara (dentro de las troneras), los travellings circulares alrededor de los jugadores, ruidos estridentes, es todo muy espectacular, en ocasiones con estética de videoclip, pero nada más. El billar no es una metáfora de nada. Aquí el objetivo es la pasta -"el dinero del juego sabe 100 veces mejor que el ganado. Para ganar hace falta una cabeza lúcida y un par de huevos, y a ti te sobran huevos"- le asegura Eddie a Vincent.
Lo realmente trascendental para el espectador es el regreso de un Eddie Felson (con su mítico "I´m Back") que parece haber pagado con creces su pasado autodestructivo. Ahora, además, necesita gafas.
Hay varias secuencias con guiños a los jugadores profesionales, destaco dos, tal vez las más insulsas: cuando Eddie Felson se inscribe en el campeonato 9 Ball Classic y va a ojear la sala que es un templo, con su cúpula y su altar (es lo primero que hacen los fieles del billar); y cuando gana en los cuartos de final: sale de la sala, dirige sus pasos a la calle, sale al exterior, pega un grito y vuelve a entrar.
Es curioso, una sórdida (o no) sala de billar tiene algo mágico, allí puede brillar un solitario inadaptado de la vida "real". Cuando se deja caer a las dos de la mañana y monta el taco, se crea un corrillo de asiduos y mirones a su alrededor. Y entonces, mientras juega se siente como Eddie Felson. Es real. El tiempo se detiene y lo demás no existe. Pero no nos engañemos, una parte del mundo "exterior" piensa lo mismo que lo que Piper Laurie escribe en el espejo del baño con su barra de labios: "pervertidos, retorcidos, enfermos".
[1]De 10 nominaciones tan sólo obtuvo dos Oscar: a la Dirección Artística (Harry Horner y Gene Callahan) y a la Mejor Fotografía (Eugen Schüfftan).
[2] Para los más jóvenes: Piper Laurie fue la madre de Sissy Spacek en Carrie, o la enigmática Catherine Packard (repite apellido) en Twin Peaks.
[3] Eddie: "Esto no es billar (...) Bola 9 es para que lo televisen, porque es más fácil, igual que el parchís es más popular que el ajedrez. El bola 9 es para cafres".

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