"El Gran Hotel Budapest" de Wes Anderson, el martes 2 de diciembre en los Multicines Benavente, a las 21 h.

Wes Anderson es uno de los directores más interesantes de la actualidad, poseedor de un sentido narrativo y visual sobresaliente que le ha valido el beneplácito de la crítica y de un importante grupo de incondicionales, aunque no terminaba de llegar al gran público debido a sus argumentos mínimos, sus largos diálogos (a veces sin sentido) y su fascinación por el humor absurdo. Cosas que empezó a matizar en Moonrise Kingdom, con la que consiguió su segunda nominación al Oscar (La anterior fue por Los Tenenbaums, una familia de genios).
Y elementos que también están presentes en El Gran Hotel Budapest, su nuevo trabajo que se estrena este viernes, 21 de marzo, y que narra las divertidas aventuras de Gustave (Ralph Fienes), el conserje de un hotel de Budapest en los turbulentos años de entreguerras; aventuras en las que estará acompañado de un joven botones, Zero.
Sin duda su película más divertida y brillante, visualmente hablando, que cuenta con un reparto de lujo, y que consiguió el Gran Premio del Jurado del último Festival de Berlín. Lo único que se podría reprochar a este magnífico y divertido espectáculo es su debilidad argumental (sin duda el punto flaco de Anderson), pero lo que estamos viendo en pantalla (en todo momento) es tan espectacular y divertido, que nos da lo mismo. Y es que esta película es un auténtico placer para la vista. Un cuento con un ritmo endiablado que también es un homenaje de Anderson a Ernst Lubitsch y un canto de amor a la vieja Europa.
No os perdáis la secuencia que os adelantamos, en exclusiva, en el video que encabeza esta noticia.

El argumento

La historia comienza en 1985, cuando un escritor (Tom Wilkinson) nos cuenta que en su juventud se alojó en ese Gran Hotel Budapest. Luego le vemos rejuvenecer (con los rasgos de Jude Law) hasta su llegada a ese Hotel, ya en decadencia, donde conoce al propietario (F. Murray Abraham) que, en un tercer relato, le cuenta la turbulenta historia del Hotel en los años 30, cuando disfrutaba de su mayor esplendor y era visitado por señoras, con mucho dinero, en busca de las atenciones de su legendario conserje, M. Gustave (Ralph Finenes).
La muerte de una de esas adineradas amantes de Mr. Gustave desatará la lucha por su herencia, incluyendo un valioso cuadro que le deja al conserje y que sus herederos quieren recuperar a toda costa, lo que dará lugar a todo tipo de persecuciones, a cual más divertida.Y con un final sorprendente

Lo mismo de siempre pero mejor

Anderson realiza esta brillante y divertida película sin renunciar a su estilo. Y potenciando ese humor absurdo marca de la casa. De hecho a veces parece que estemos viendo un homenaje al cine mudo de Charlot, sobre todo en escenas clave como un tiroteo en medio del Hotel, que es un momento muy dramático pero que, a la vez, nos arranca más de una sonrisa.
Y en una escena que parodia las películas de fugas que con cualquier otro director nos habría parecido absurda pero que, bajo la batuta de Anderson es absolutamente brillante. Y con una dirección artística y unos decorados, casi de cuento de hadas, que dan a la película una atmósfera muy especial.
Por cierto, que el film incluye numerosas referencias artísticas y literarias que serán comentadas durante mucho tiempo, lo que demuestra el cuidado con el que Anderson ha construido esta historia que, en apariencia, parece un simple divertimento.
Pero por encima de todo destacan esos personajes de tebeo absurdos, totalmente delirantes y totalmente creíbles, porque a veces lo ridículo llega a ser sublime; y Anderson es único para reunir a grandes actores con los que, además, suele repetir en sus películas. Unos actores que interpretan a personajes que parecen salidos de la novela picaresca.

Un reparto de lujo

En El Gran Hotel Budapest coinciden cas veinte estrellas de Hollywood y cada uno de ellos tiene su gran escena, su momento para lucirse. Es casi como un homenaje, en clave de comedia, a la película Grand Hotel (1932), en la que la Metro reunió, por primera vez, a casi todas sus estrellas, un experimento que se saldó con el Oscar a la Mejor película. Por cierto, que el cartel con los actores y la misteriosa llave no puede sino recordarnos a una novela de Agatha Christie, y algo de misterio también hay en la película, aunque no sea lo más destacado.
Entre todos los actores destacamos a la pareja protagonista, Ralph Finnes, que demuestra una vis cómica que no habíamos vislumbrado todavía, y su acompañante, Tony Revolori, que interpreta al joven botones sin papeles que siempre es fiel a su maestro, ambos poseedores de un entusiasmo y una fuerza que no les permite dudar ni abandonar en ningún momento, ni en los más difíciles de su existencia.
Ambos están rodeados por un reparto que ya quisiera cualquier director y que incluye a Saoirse Ronan, Bill Murray, Jude Law, Willem Dafoe, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Edward Norton, Jeff Goldblum, Adrien Brody, F. Murray Abraham, Mathieu Amalric, Owen Wilson, Jason Schwartzman, Tom Wilkinson, Léa Seydoux, Bob Balaban.
Si tuviesemos que destacar a alguno nos quedaríamos con un Willem Dafoe (que parece haber vuelto a los tiempos de Calles de fuego-1984-, con su papel de villano de tebeo y su abrigo de cuero) y a Jeff Goldblum, que casi repiten (en clave de humor) el enfrentamiento que matuvieron en la película Adam Resurrected (2008), donde Goldblum era un judió torturado por un nazi despiadado (Dafoe).
También destacaríamos a Harvey Keitel, muy divertido en su papel de un preso que solo piensa en fugarse. Pero, como decimos, casi todos los actores tienen su momento para lucirse, como un divertido Adrien Brody, que interpreta al despiadado heredero de la ricachona, dispuesto a cualquier cosa para acaparar la herencia.
Resumiendo, una película muy divertida, visualmente deslumbrante y con el mejor reparto del año. ¡Una gozada!

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