"Contagio", crítica de Boyero y de Toni García




















CRÍTICA: 68ª edición de la Mostra de Venecia
La peste según el inteligente Soderbergh



Durante una larga época Hollywood descubrió una mina de oro en el cine de catástrofes. Ocurrían en cielo, mar y tierra, pero la fórmula para retratarlas era idéntica independientemente del escenario. También era obligatorio el final feliz. Y estrellas de primera fila encarnando a los héroes que logran acabar con la pesadilla. Al margen de que estuvieran dirigidas por artesanos eficaces o por directores con cierto prestigio que habían recibido una oferta difícil de rechazar, los verdaderos protagonistas de este tipo de películas eran los efectos especiales y las segundas unidades, especializados en el circense más difícil todavía. El subconsciente colectivo del público disfrutaba mogollón asistiendo a los desastres que podían ocurrir en un avión, un barco o un rascacielos, esos lugares que todos hemos pisado alguna vez. La temática era ampliable a terremotos, maremotos, tsunamis y volcanes en erupción, hacia lo salvaje que puede ser la naturaleza cuando se irrita.Steven Soderbergh es un autor heterodoxo y extraño cuyo cine siempre se ha resistido a ser etiquetado. Proveniente del cine independiente se las ha ingeniado para alternar películas muy personales, incluidas las que ha producido con notable riesgo a otros colegas, con un cine que cumple las exigencias que marca Hollywood y que le permite llenar las arcas cuando estas se han quedado medio vacías por hacer lo que le gusta. Soderbergh es el prestigioso creador de Sexo, mentiras y cintas de vídeo y de Kafka, pero igualmente de películas admirables y de gran presupuesto como Traffic y Erin Brockovich, o de la saga de Ocean's, uno de los mayores éxitos de taquilla del cine contemporáneo.

Por todas esas razones, intuyes que Contagio, perteneciente al género de catástrofes, no va a seguir las habituales reglas del juego, que Soderbergh se las va a arreglar para hacer algo distinto y saltarse las convenciones utilizando la temática sobre la amenaza del Apocalipsis, sobre un virus con infinita capacidad de contagio que está devastando el mundo. Es tan listo que logra algo tan complicado como que estrellas de la altura de Kate Winslet y Gwyneth Paltrow acepten aparecer únicamente 10 minutos en la pantalla antes de que el depredador las envíe al otro barrio. Matt Damon, Jude Law y Marion Cotillard se protegen con más suerte que las anteriores ante el monstruo, pero todos ellos actúan como secundarios de lujo en una película cuyo protagonismo absoluto lo ejerce ese bicho nacido en Hong Kong y que se expande en el momento que uno de los afectados toca a otro ser humano, o incluso si le habla demasiado cerca.

Soderbergh prescinde de efectismos, de exhibicionismo facilón apilando montañas de cadáveres. Se limita a sugerir con un lenguaje visual muy sobrio la atrocidad que genera la peste, utiliza con inteligencia la elipsis, retrata con mala leche la maquinaria burocrática que impide que las vacunas lleguen con rapidez a los afectados y algo tan humano como que los inventores y administradores de estas apliquen el remedio en primer lugar con sus familiares y sus amigos, haciendo selección ante el sálvese quien pueda. Ese rechazo del director a mostrar con naturalismo las consecuencias del horror y a halagar el morbo del espectador ofreciéndole un banquete con las llagas, los vómitos y la putrefacción de las víctimas, no impide que funcione el mejor suspense. Contagio es voluntariamente rara, está llena de matices, desdeña el sensacionalismo y las trampas para enganchar a un público masivo. A mí me inquieta, me transmite la angustia y el miedo que sienten los personajes, me empapa esa atmósfera de desolación. (Carlos Boyero, El País)




68ª edición de la Mostra de Venecia



Un virus sin etiquetar
La última película de Steven Soderbergh, 'Contagio', es un bicho raro, un thriller con visos de drama en la que lo que pasa lentamente se cuenta a toda velocidad y lo que pasa al minuto se examina con lentitud






A Steven Soderbergh se le pueden discutir muchas cosas pero a estas alturas nadie puede negarle su condición de gran cineasta. Esa condición, que va más allá de unas cuantas películas más o menos afortunadas, puede verse en casi todos sus trabajos a uno y otro lado del eje hollywoodiense. Soderbergh es detallista, conciso y específico hasta decir basta. Posee habilidad para el encuadre y la composición y ojo clínico para el ensamblaje de repartos de cualquier estilo o condición y, además, es endemoniadamente listo.Contagio, su último filme, bebe de todo eso y es una película que cuesta encajar en el marco de la política de una major: no es una película comercial al uso, no hay en ella efectos especiales, ni persecuciones, ni escenas de masas, ni aparatosas visiones del fin del mundo. Contagio es un bicho raro, un thriller con visos de drama en la que lo que pasa lentamente se cuenta a toda velocidad y lo que pasa al minuto se examina con lentitud.

El director cuenta la historia de un virus que aparece de repente (estas cosas no acostumbran a avisar) y cuya agresividad convierte el mundo en un gran matadero en cosa de días. Obviamente no hay cura a la vista y -para empeorarlo- el contagio se produce por una simple cuestión de contacto: un apretón de manos, una copa compartida, un beso en la mejilla. Eso convierte el globo en un amasijo de islotes donde nadie confía en nadie y las relaciones sociales quedan reducidas a la nada. No tira Soderbergh de los tópicos de costumbre sino que estudia (plano a plano, secuencia a secuencia) los confines de nuestra capacidad para soportar el azote de la pandemia sin sucumbir al instinto animal y perder la chaveta: su conclusión es que no tardaríamos demasiado en acabar a palos. La otra conclusión, no menos curiosa, es que la burocracia mata más gente que cualquier virus.

En el reparto de este magnífico ejemplo de contención (semi)apocalíptica sitúa el director a un esplendido grupo de actores que sin embargo aparecen por estrictas necesidades narrativas: un ratito de Matt Damon, un ratito de Gwyneth Paltrow, un ratito de Jude Law (el personaje más debilucho del coro) y un ratito de Kate Winslet. No hay ningún tour-de-force sino un estupendo trabajo colectivo en el que cada uno viaja por su cuenta y muchos/as no llegan a su destino. El montaje es la otra gran baza del filme, perfecto en su cadencia (esos flashes de aeropuertos, estadios y calles vacías y el contraste posterior con el caos de los hospitales y las comisarías) y ayudado por la absorbente compañía de la magnífica banda sonora de Cliff Martinez, un habitual del director desde Sexo, mentiras y cintas de video. Contagio es en suma un rara avis que ni es un retrato íntimo del fin de los tiempos ni una de esas películas donde algo o alguien acaba arrasando el planeta hasta que al final los supervivientes sonríen a cámara y prometen volver a empezar. Precisamente por eso, por su negativa a meterse en un género concreto e ir por ahí arrastrando la etiqueta, ha recibido un generoso aplauso al final de su pase para la crítica. Soderberg, para que conste, sigue atesorando toneladas de talento. (Toni García, El País)



























































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