Frozen River, el martes 2 de marzo


La directora de Frozen river, Courtney Hunt, en el centro, junto a las actrices Melissa Leo, a la izquierda, y Misty Upham, en el Festival de San Sebastián

CRÍTICA
Cine independiente del bueno.
CARLOS BOYERO 21/09/2008
Aunque no posea datos ni referencias o se haya perdido los títulos de crédito, cualquier cinéfilo sabe a los cinco minutos de comenzar una película si pertenece al cine independiente norteamericano. Desde el tono de la fotografía a la planificación, desde los escenarios a los intérpretes (independientemente de que alguna vez aparezcan en él estrellas de Hollywood que pretenden redimirse artísticamente o aplacar su mala conciencia), desde el pretendido realismo a la atmósfera, revelan unas señas de identidad comunes, un estilo narrativo alarmantemente parecido, huida de todo aquello que pueda relacionarse con las convenciones, maniática obsesión porque el producto parezca libre y auténtico. A partir de ese espíritu y como en todas las familias, grupos ideológicos o artísticos, cofradías y militancias, existen los listos y los tontos, los que tienen claro lo que pretenden hacer y los diarreicos mentales, los penetrantes y los epidérmicos, los ingeniosos y los pesados. Bajo la etiqueta de la independencia, han aparecido en los últimos años bastantes cochambres con inútil vocación de trascendencia, pero ese posibilismo también se ha inventado películas admirables como Entre copas, Pequeña Miss Sunshine, La familia Savage y Una historia de Brooklyn.
Frozen river la firma Courtney Hunt y viene avalada por algún premio que le ha concedido Sundance, el Vaticano del cine independiente. Tardas poco tiempo en meterte en ella, en reconocer que esas profesionales de la supervivencia que la protagonizan son de verdad, que hay talento y sensibilidad en el retrato de dos mujeres acorraladas por la vida, endurecidas, metidas en la sordidez del contrabando de inmigrantes para intentar paliar su ruina, que descubrirán la solidaridad y la necesidad de mínimos códigos morales. No existe por parte del director la menor tentación de edulcorar o poetizar a esta gente a la deriva que transgrede la ley por salvar del desastre a sus hijos y mantener el frágil techo que les da cobijo. No te pide que las quieras, sólo que intentes comprenderlas. Y lo logra. Sin trampas ni efectismos, con sobriedad y sutileza, sin subrayar las emociones. Y tiene mérito que con medios ínfimos, una actriz con notable en 21 gramos y una atmósfera perturbadora consiga emotividad y realismo del bueno.

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