"Mi nombre es Harvey Milk" el martes 27 de octubre a las 21h, en los Multicines Benavente.

Ficha técnica y artística
Título V.O.: Milk
Año de producción: 2008
Distribuidora: Universal Pictures Spain
Género: Biográfica
Clasificación: No recomendado menores de 13 años
Estreno: 9 de enero de 2009
Director: Gus Van Sant
Guión: Dustin Lance Black
Música: Danny Elfman
Fotografía: Harris Savides
Intérpretes: Sean Penn (Harvey Milk), Diego Luna (Jack Lira), Josh Brolin (Dan White), Victor Garber (alcalde Moscone), Emile Hirsch (Cleve Jones), Alison Pill (Anne Kronenberg), James Franco (Scott Smith)
Sinopsis
En los años 70, Harvey Milk y su compañero sentimental Scott tienen una tienda en San Francisco que se convierte en un reclamo para los gays. La apuesta de Milk por la igualdad de derechos no pasa desapercibida en el barrio y, poco a poco, se adentra en una carrera política con apoyos de todo tipo. Su intención de llegar al gobierno municipal le aleja de Scott, acercándole a otros hombres. Cuando Harvey Milk es elegido concejal, romperá muchas barreras, pero también ganará peligrosos enemigos.
"Mi nombre es Harvey Milk" recorre los últimos ocho años de vida del primer gay reconocido en ocupar un cargo público. Eran tiempos difíciles, la década americana de los 70, pero Milk logró hacerse un hueco en la política del cambio, empezando por ganarse el apoyo de sus vecinos en el barrio obrero de Castro. Tras su asesinato en 1978, sólo un año después de ser elegido concejal de San Francisco, se convirtió en un icono social por su perfil de luchador. La idea de la película surge del oscarizado documental "The Times of Harvey Milk", aunque se ha preferido dar prioridad a las tramas políticas sobre las personales.
Gus Van Sant, el director de "Last days" y "El indomable Will Hunting", ha contado con un reparto de lujo para este proyecto. Sean Penn (Mystic River) pone rostro a Harvey Milk, mientras que James Franco (Spider-Man 3) y Diego Luna (Sólo quiero caminar) hacen lo propio con sus amantes. También intervienen Emile Hirsch (Hacia rutas salvajes), Josh Brolin (No es país para viejos) y Alison Pill (Como la vida misma). La película fue presentada en el Festival de Venecia.
Crítica
Gus Van Sant se toma un receso, abandona por un instante los laberintos identitarios de la taciturna generación grunge, fotografiada en largos pasillos desiertos desde la espalda y en el meollo de tiempos muertos que parecen ser eternos, para volver al cine de encargo, que no visita desde hace casi una década, y bañarse en un mar de nominaciones al Oscar. Ahora bien, las distancias son relativas, y el Van Sant de "Mi nombre es Harvey Milk" se entiende muy bien con el de "Last days". Al fin y al cabo su empeño es el dibujo de un icono incomprendido, un hombre visionario y muy por delante del tiempo que le ha tocado vivir. Un rebelde con o sin causa, un emblema generacional y un fenómeno mediático en distinta escala. Más allá del tono del relato propiamente dicho, evidentemente diverso, el Harvey Milk de su última película proyecta los mismos fantasmas y parecidas sombras de las que proyectaba el Kurt Cobain de "Last days".
El desenlace trágico y abrupto de ambas vidas no es sino el pegamento que une los cabos, en otros aspectos muy divergentes, de ambas propuestas. De ese modo nos encontramos con un Van Sant versión mainstream, sí, pero no tanto como el de "El indomable Will Hunting" o "Descubriendo a Forrester". La madurez es un grado y el director de "Mi Idaho privado" se aviene a ser universal, a pisar el suelo del cine Hollywood, pero ya divorciado del academicismo obtuso de su etapa más comercial. Volver al pasado sería como renegar de los cambios metabólicos irreversibles operados por su cine en el trayecto a través del existencialismo generacional insobornable de sus últimas películas clandestinas.
"Mi nombre es Harvey Milk" es un cine mucho más auténtico y visceral, más personal si se quiere, que el de la etapa Will Hunting, y sin embargo hay un muro que Van Sant se muestra incapaz de franquear: el de los corsés narrativos del biopic clásico. Insertando imágenes de archivo, renunciando de salida a la estructura lineal de la biografía hagiográfica, desde el movimiento incesante y la mecánica impecable de un montaje dinámico y proverbialmente fragmentario, Van Sant ejecuta el desafío con toneladas de oficio y no menos cantidad de solvencia. Y a pesar de todo, a pesar de la precisión en los trazos que sostienen el retrato del héroe, a pesar de la soberbia factura global del mecanismo, "Mi nombre es Harvey Milk" se deja ir emulando defectos universales del desagradecido género de la biografía fílmica.
Por un lado los brochazos que definen el elenco casi al completo de personajes secundarios, superficialmente citados y caracterizados, por otro los vicios beatíficos y unilineales del biopic esquemático, y por otro la dictadura de las imitaciones y el desfile de parecidos razonables. "Mi nombre es Harvey Milk" es un biopic sólido pero no memorable, una bisagra entre el cine de autor recalcitrante y el cine comercial y académico en la que Van Sant se encuentra cómodo pero no suelto, correcto pero no sembrado.
Homenaje de fondo a todos los mártires que son y han sido en la pelea por los derechos civiles de cualquier tiempo y condición, la película es un estimable tributo a la sombra gigantesca de un luchador admirable y semidesconocido. La cinta de Van Sant le canta las cuarenta a los alérgicos crónicos a la integración de la cultura gay en los estratos superiores de la sociedad y la política. Pero también a los que niegan por cerril resistencia al progreso el oxígeno a los que piensan y caminan de otra manera. Ahora y siempre. El rapapolvo a esos dinosaurios sociales, sin embargo, no tiene nada de extraordinario, y la profundidad del discurso es corta y escasa. Van Sant, como Sean Penn, sale más que airoso del empeño. Pero la excelencia les queda lejos a ambos. Sospecho que de haber sido estrenada en marzo los Oscar ni los hubiera olido.

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