"Optimistas" y el "Cándido" de Voltaire

“Il faut cultiver notre jardin” dice la última frase de Candido



El Cineclub Fetiche se complace en presentarles el martes 29 de abril del 2008 a las 21 h. en los Multicines Benavente una película de Goran Paskaljevic "Optimistas" basada en el Cándido de Voltaire.
Voltaire escribió este relato, que es uno de los más difundidos
de su extensa obra, para combatir la idea, iniciada por el filósofo
Leibniz y bastante arraigada en su tiempo, de que se vivía en el mejor de
los mundos posibles,
de manera que todo lo que ocurre en este mundo, a
pesar de las apariencias, ocurre para el bien de la humanidad, según la
armonía predeterminada por la divina providencia. Hay que recordar
que uno de los ejes del pensamiento en el llamado siglo de las Luces, fue la
confianza casi ilimitada en el progreso de la humanidad y en la bondad
natural del hombre, aspectos que la mente lúcida de Voltaire se resistió
a aceptar.
Cándido sería el prototipo de joven confiado y bienpensante,
que sigue literalmente las ideas de su preceptor (caricatura de Leibniz),
cuyo optimismo y fe en la humanidad no tiene límites. La historia está
repleta de múltiples aventuras con las peripecias y desventuras por las
que va pasando su protagonista, al tiempo que va recorriendo mundo,
todo ello tratado en clave de sátira humorística, registro en el que
destacó con especial habilidad el Autor.
Así pues, el hilo conductor de la novela es el viaje, que sirve de
vehículo para narrar la historia de iniciación y aprendizaje del
protagonista, que irá descubriendo cómo funciona realmente el mundo
que le rodea, pasando de ser un joven idealista e inexperto a alcanzar la
madurez y observar el mundo con una nueva percepción, basada en la
escuela de la vida y no en ideas preconcebidas. Esta trayectoria personal le
sirve a Voltaire para dar un repaso en tono burlesco a los males de la
sociedad de su tiempo, que deben ser corregidos o suprimidos, como
era típico de todo el pensamiento ilustrado.
François Marie Arouet (1694-1778), conocido universalmente
por su seudónimo de Voltaire, fue un filósofo y escritor francés y,
sobre todo, uno de los pensadores más emblemáticos de la Ilustración
europea. Se destacó principalmente por su lucha constante a favor de la
libertad y de la tolerancia, atacando con sus críticas todos los males de la
sociedad de su época: las supersticiones y el fanatismo religioso, los
gobiernos despóticos del absolutismo imperante, los privilegios de una
minoría, los prejuicios morales, la guerra, la pena de muerte, la
tortura…
Se trata ya por tanto de un intelectual en el sentido moderno,
comprometido con las causas humanitarias y la falta de libertad. Su
actitud valiente le valió, como a tantos otros ilustrados de la época, la
persecución, la cárcel y el exilio en diversos momentos de su vida, así
como la inclusión de sus obras entre las más odiadas por censores e
inquisidores.
Su producción escrita es bastante amplia y polifacética, desde el
género epistolar (se conservan más de veinte mil cartas suyas) hasta su
participación en la redacción de la Enciclopedia (compendio ordenado de
todos los saberes de su época), pasando por el ensayo filosófico, el
género teatral, la poesía y la narrativa: novelas y cuentos, siempre con un
marcado carácter didáctico como vehículo difusor de las nuevas ideas
de la Ilustración para llegar a un hombre mejor y a una sociedad más
justa y libre.
Sus obras, por tanto, se basan en la realidad del s.XVIII para analizarla
con ironía y humor, con un uso claro y directo de la lengua, sin aburrir
nunca con el exceso de erudición, a pesar de su amplia cultura científica
y humanística. En este sentido, resulta un escritor ameno y divertido, sin
renunciar a la agudeza y profundidad de sus reflexiones, muchas de las
cuales siguen siendo válidas para el mundo actual.


El mejor de los mundos posibles



En ocasión de la muerte de Luis XIV y la toma de regencia del Duque de Orleáns, un joven parisino de 21 años escribe una sátira que, para el poder, resulta intolerable. Lo condenan a la Bastilla durante un año, tiempo que dedida a estudiar literatura y -suponemos- a rumiar las futuras sátiras con las que intentará demoler el sentido común de su época. El joven se llamaba François-Marie Arouet, hijo de un notario y de una madre de la que apenas se sabe que murió cuando él tenía siete años. Pero la historia la conocerá a partir de su seudónimo: Voltaire. Aquel no será su último enfrentamiento. En 1723 es condenado nuevamente a la Bastilla y luego desterrado por la disputa que mantuvo con el noble De Rohan. Al regresar, dos años después, Voltaire trae las ideas políticas inglesas y el pensamiento científico de Newton y Locke. En 1734, publica una de sus obras más importantes: "Las cartas filosóficas", donde desplegará una defensa radical de la tolerancia religiosa y la libertad ideológica, acusando al cristianismo -a pesar de su temprana formación escolar jesuítica; o por eso mismo- de ser la raíz de todo fanatismo dogmático. Tal acusación constituyó motivo suficiente para que se ordenara su detención. Los escritos de Voltaire se multiplican: desde sus primeros dramas y epopeyas, pasa por cartas y ensayos como "Mohamed o el fanatismo" -obra que será prohibida-, "Cándido o el optimismo" -inmediatamente condenada en Ginebra por sus críticas a cleros, nobles, reyes y militares-, "El tratado de la tolerancia" y el "Diccionario filosófico". De "Cándido o el optimismo" (1759) elegimos el primer capítulo en el que el personaje recibe sus primeras lecciones de su maestro: Pangloss. Éste, imbuido de las ideas del filósofo y matemático Leibniz, sostenía que vivimos en el mejor de los mundos posibles. El optimismo todo terreno que predica se contrastará -por no decir que se estrella- con las desventuras de Cándido quien, a partir de que lo echan a patadas del castillo donde vive, acumulará desgracia tras desgracia.Cuando un nativo, explotado por un latifundista, interroga al maestro Pangloss qué es el optimismo, éste responde: "No es sino el empeño de sostener que todo es magnífico cuando todo es pésimo".
Cándido



Capítulo 1,



"De cómo Cándido fue criado en un hermoso castillo y de cómo fue arrojado de allí" por Voltaire
Vivía en Westfalia, en el castillo del señor barón de Thunder-ten-tronckh, un mancebo a quien la naturaleza había dotado de la índole más apacible. Su fisonomía anunciaba su alma; tenía juicio bastante recto y espíritu muy simple; por eso, creo, lo llamaban Cándido. Los antiguos criados de la casa sospechaban que era hijo de la hermana del señor barón y de un bondadoso y honrado hidalgo de la vecindad, con quien jamás consintió en casarse la doncella porque él no podía probar arriba de setenta y un cuarteles, debido a que la injuria de los tiempos había acabado con el resto de su árbol genealógico. Era el señor barón uno de los caballeros más poderosos de Westfalia, pues su castillo tenía puerta y ventanas; en la sala principal hasta había una colgadura. Los perros del corral componían una jauría cuando era menester; sus palafreneros eran sus picadores, y el vicario de la aldea, su primer capellán; todos lo trataban de "monseñor", todos se echaban a reír cuando decía algún chiste. La señora baronesa, que pesaba unas trescientas cincuenta libras, se había granjeado por ello gran consideración, y recibía las visitas con tal dignidad que la hacía aún más respetable. Su hija Cunegunda, doncella de diecisiete años, era rubicunda, fresca, rolliza, apetitosa. El hijo del barón era en todo digno de su padre. El preceptor Pangloss era el oráculo de la casa, y el pequeño Cándido escuchaba sus lecciones con la docilidad propia de su edad y su carácter. Pangloss enseñaba metafísico-teólogo-cosmólogo-nigología. Probaba admirablemente que no hay efecto sin causa, y que, en el mejor de los mundos posibles, el castillo de monseñor el barón era el más hermoso de los castillos, y que la señora baronesa era la mejor de las baronesas posibles. Demostrado está, decía Pangloss, que no pueden ser las cosas de otro modo, porque habiéndose hecho todo con un fin, éste no puede menos de ser el mejor de los fines. Nótese que las narices se hicieron para llevar anteojos; por eso nos ponemos anteojos; las piernas notoriamente para las calzas, y usamos calzas; las piedras para ser talladas y hacer castillos; por eso su señoría tiene un hermoso castillo: el barón principal de la provincia ha de estar mejor aposentado que ninguno; y como los marranos nacieron para que se los coman, todo el año comemos tocino: en consecuencia, los que afirmaron que todo está bien, han dicho una tontería; debieron decir que nada puede estar mejor. Cándido escuchaba atentamente y creía inocentemente, porque la señorita Cunegunda le parecía muy hermosa, aunque nunca se había atrevido a decírselo. Deducía que después de la felicidad de haber nacido barón de Thunder-ten-tronckh, el segundo grado de felicidad era ser la señorita Cunegunda; el tercero, verla cada día; y el cuarto, oír al maestro Pangloss, el filósofo más ilustre de la provincia, y, por consiguiente, de todo el orbe. Cunegunda, paseándose un día por los alrededores del castillo, vio entre las matas, en un tallar que llamaban el parque, al doctor Pangloss que daba una lección de física experimental a la doncella de su madre, morenita muy graciosa y muy dócil. Como la señorita Cunegunda tenía gran disposición para las ciencias, observó sin pestañear las reiteradas experiencias de que era testigo; vio con claridad la razón suficiente del doctor, sus efectos y sus causas, y regresó agitada, pensativa, deseosa de aprender, figurándose que bien podría ser ella la razón suficiente de Cándido, quien podría también ser la suya. Encontró a Cándido de vuelta al castillo, y enrojeció; Cándido también enrojeció. Lo saludó Cunegunda con voz trémula, y contestó Cándido sin saber lo que decía. Al día siguiente, después de comer, al levantarse de la mesa, se encontraron detrás de un biombo; Cunegunda dejó caer su pañuelo, Cándido lo recogió; ella le tomó inocentemente la mano y el joven besó inocentemente la mano de la señorita con singular vivacidad, sensibilidad y gracia; sus bocas se encontraron, sus ojos se inflamaron, sus rodillas temblaron, sus manos se extraviaron. En esto estaban cuando acertó a pasar junto al biombo el señor barón de Thunder-ten-tronckh, y reparando en tal causa y tal efecto, echó a Cándido del castillo a patadas en el trasero. Cunegunda se desvaneció; cuando volvió en sí, la señora baronesa le dio de bofetadas; y todo fue consternación en el más hermoso y agradable de los castillos posibles.

Texto completo http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/voltaire/candido.htm






Notas del director



"Hace dos siglos y medio CÁNDIDO, la obra maestra de Voltaire, estremecía los cimientos de toda Europa. Una sola máxima de esa obra me ha servido de inspiración para rodar mi nueva película, OPTIMISTAS: "El optimismo es la manía de sostener, cuando todo va mal, que todo va bien". Después de El polvorín, una cinta que denunciaba la omnipresencia de la violencia en el seno de la sociedad serbia durante la dictadura de Milosevic, y de SUEÑO DE UNA NOCHE DE INVIERNO, que rodé después y que habla sobre el autismo en el que se vio sumida una parte considerable de la sociedad serbia tras el asesinato de Zoran Djindjic, su primer ministro en democracia, he querido abordar el tema del falso optimismo. De esta forma doy por terminada mi trilogía sobre la Serbia de la última década. A través de estas cinco historias que no están relacionadas formalmente pero sí en el plano ideológico, he intentado reflejar el estado de ánimo de la Serbia de nuestros días. Pero lo cierto es que el falso optimismo no es una particularidad serbia tal y como pude observar en la reacción del público al finalizar la proyección de OPTIMISTAS en los festivales de Toronto y Copenhague. ¿Será cierto que el mundo está sumido en el falso optimismo como en la época de Voltaire? ¿Estamos dispuestos a cambiar las cosas o seguiremos siendo unos "optimistas" empantanados en el barro? ¿Quién nos ha hundido en el barro? Si tras ver la película, usted se hace estas mismas preguntas, eso querrá decir que ha valido la pena rodar "OPTIMISTAS". Goran Paskaljevic
El próximo mes: Sexo y cine. Un adelanto:




Comentarios

Ita ha dicho que…
¡Pues claro qu'il faut cultiver notre jardin!
¡Ya lo digo yo! (Espero tu maceta bien).
Me gusta tu cine.
Besos desde el jardín.